Selección de Personal - Película el Metodo de Grönholm

15.03.2011 16:32

La historia arranca con siete aspirantes que optan a un puesto de trabajo. A todos ellos se les reune en un sala en dónde se llevará a cabo el proceso de selección. Sólo puede quedar uno. Al principio se les comenta que uno de ellos es un topo, alguien de la empresa que se hace pasar por candidato. La primera prueba consiste en identificar al topo. El guión está lo suficientemente elaborado y trabajado como para que la atención del espectador no decaiga en ningún momento.

Los diálogos son brillantes, algunos hilarantes como la charla acerca de que ocurriría si estuvieran en un refugio y cada uno de ellos ha de convencer a los demás de que su presencia es necesaria. La busqueda del puesto de trabajo saca lo peor de cada uno de ellos, su lado más macarra, y no dudan en agredirse verbalmente, llegando a insultar y descalificar al contrincante. Soberbio el cara a cara entre Eduardo Noriega y Adriana Ozores, por citar uno, porque hay otros de gran intensidad. Los diálogos plantean además otros preguntas; ¿seríamos capaz de hacer algo ilegal si nos lo pide la empresa?, ¿denunciar un acto ilegal nos convierte en traidores?. ¿Una mujer pasados los cuarenta esta fuera del mercado laboral?.

La historia pierde fuerza cuando llega al final, con la prueba de la pelota. Junto con la escena del baño, que creo que no beneficia en nada a la película, son las únicas pegas que le pondría. Por lo demás El método  es un película redonda, con una plantel actoral de lujo, que sacan adelante unas interpretaciones de gran nivel. Descubro a un gran actor Pablo Echarri  uno de los mejores de la película.

Si todos los procesos de selección son de este estilo, la cosa daría que pensar. Creo que se ha llevado muy al límite el tema de la selección, pero si que realza algo muy cierto, y es que somos capaces de hacer cualquier cosa por lograr un puesto de trabajo, y que quien está a nuestro lado es primero un contricante y luego una persona, viene a ser la moraleja. Algo triste pero muy cierto en una sociedad en la que prima el rendimiento por encima de valoraciones personales, en donde el trabajador es solo una pieza fácilmente sustituible en una máquina perfectamente engrasada que no puede parar de producir para abastecer el frenético mercado de consumo en el que habitamos.